Neutralidad e Imparcialidad desde un enfoque sistémico

Por Patricio Rebolledo Schmidt

Magíster en Mediación Familiar, UAC

La neutralidad es el hecho de ponerse en blanco respecto de las propias creencias, valores, criterios, etc., para no interferir en la construcción de los procesos de las partes. Es decir, pongo entre paréntesis mis creencias para no entorpecer la construcción de la realidad nueva que debe surgir de la mediación y debe dar lugar a la solución de un conflicto.

Esto quiere decir, que en el proceso de la comunicación con las partes el mediador se abstendrá de emitir juicios valorativos, o proponer soluciones a priori: debemos abstenernos de pretender saber qué es lo mejor para cada una de las partes.

La imparcialidad tiene otro matiz: quiere decir no tomar partido por ninguna de las partes. Es decir, que ninguna de las partes sienta que el mediador está simpatizando o favoreciendo a una de las partes en desmedro de la otra.

Esto no es fácil, porque cada parte cuando habla con el mediador trata de formar una especie de alianza con él, para que simpatice con su causa.

Es lo que podría sucederle a un mediador novato, que se quedara simpatizando con la parte que escuche primero: se llama “colonización” del relato.

La neutralidad del mediador es lo que nos garantiza el verdadero protagonismo de las partes; el que sean las partes quienes construyan su acuerdo, sin lo cual el acuerdo sería un reflejo de la voluntad y de las preferencias del mediador, y no sería viable en el tiempo.

Pero todo lo anteriormente dicho ¿Quiere decir que el rol del mediador se reduce sólo a escuchar, sin intervenir absolutamente en nada?

Aquí es donde encontramos una vez más las valiosísimas herramientas y técnicas que nos entrega la teoría sistémica. En la comunicación será de gran ayuda la técnica de las preguntas circulares para que el mediador pueda formularse hipótesis sobre las cuales trabajar cada caso,  para que pueda ir trabajando un abanico de posibles alternativas junto con las partes, sin perder la neutralidad ni la imparcialidad.

Por esta razón el doctor Tula en este curso nos habla de decirle a las partes: “Yo, como mediador estoy de parte de ustedes dos”. De este modo nos enseñó el tema de la “multiparcialidad”, que en lo personal me agradó e impactó muchísimo.

Desde esta perspectiva se ha pensado en el concepto de “multiparcialidad” que traslada la idea a un plano en el que el medidor intenta estar de acuerdo con todos para generar un proceso de mutua satisfacción, lo cual se logra a través de alianzas operativas entre el mediador y las partes, que le permitan desarrollar un proceso de involucramiento empático, equilibrado de tal manera que ambas se sientan igualmente escuchadas. De esta manera es independiente en su rol y a la vez empático preservando su lugar de terrero, generando una estructura de cooperación y confianza en el proceso.

De la imparcialidad –nos dice el Dr. Tula- planteada como no tomar partido por alguna de las partes avanzamos a la “multiparcialidad” donde el mediador establece alianzas, operativas, esto es movimiento de empatía y generación de cooperación y confianza, con cada una de las partes, las que se sienten particularmente escuchadas.

Esta “teoría” del Dr. Antonio Tula de la “multiparcialidad” me hace mucho sentido con el enfoque de Maturana de los “multiversos”, en oposición al enfoque racionalista objetivista de un solo “universo”, donde el que está al centro es el poseedor de la verdad. Me hace mucho sentido además con la teoría general de sistema aplicada a la mediación, porque ahí se ve claramente que la solución de los conflictos va por la vía de la retroalimentación negativa que tiende al restablecimiento del equilibrio; de lo contrario, si el conflicto se retroalimenta positivamente, puede conducir a una escalada que no podremos predecir cómo terminará, porque no produce ninguna posibilidad de hipotetizar al mediador.

En este “multiverso” el mediador adopta la “multiparcialidad”; de este modo el mediador no muestra tomar partido por alguna, sino por ambas, reformulando la postura binaria de las partes, en puntos de convergencia, surgidos de las co-construccion comunicacional del proceso, y las nuevas narrativas posibles. Los espacios que más habilitan estos movimientos del mediador son las audiencias privadas.

Además el mismo Maturana y otros pensadores pro sistémicos nos indican que el observador no puede no influir en lo observado (algo parecido a “es imposible no comunicar nada”); los mediadores observamos el conflicto, debemos tener claro en qué medida influenciamos lo que observamos. Los aportes realizados por la teoría del observador de Humberto Maturana y otros nos han mostrado como el sujeto observador construye a los objetos de la realidad, y nos habla de una realidad “entre paréntesis”, ya que la realidad en sí, sin paréntesis, no puede ser aprendida (aprehendida). Se trata de un nuevo paradigma: el observador condiciona lo observado. ¿Y dónde queda la neutralidad y la imparcialidad?.

Por otra parte, el Dr. Roberto Nieto, en su ponencia para el III Encuentro De Las Américas Para La Resolución Pacífica De Conflictos, nos enseñó que en toda mediación hay ciertas realidades que no sólo hay que respetar, sino que hay que promover.

Estas  realidades son: la función cultural-espiritual de la familia. Aquí encontramos valores, motivaciones, intereses y actitudes, entrelazados con procesos de comunicación en la pareja, entre padres e hijos y entre todos los miembros de la familia en general

A los efectos de la mediación en estas realidades se inscribe el derecho de las familias a vivir y funcionar según sus propias decisiones, en tanto las mismas no violen derechos de otros. En otras palabras, la libertad que compete a cada familia para elegir entre las múltiples opciones que se le plantean en todas las instancias de su existencia; elegir por sí y para sí, sin intromisiones indeseadas que dirijan la elección en forma directa o encubierta. Este derecho no puede verse aislado y para poder decidir, deben existir posibilidades de elección. A los mediadores corresponde ofrecer sus conocimientos para ayudar a las familias a que descubran otra forma de resolver los conflictos familiares, distinta de la forma tradicional de resolverlos, esto es, distinta al litigio.

Estas aportaciones anteriores, a mi entender, nos están indicando que el rol del mediador no se reduce a ser un mero espectador ante los relatos de las partes, sino que desempeña un rol creativo, a través del lenguaje; el lenguaje crea realidades. Pero a su vez, en este proceso creador de realidades el mediador es muy respetuoso de la neutralidad y la imparcialidad.

Yo diría que en este tema de la imparcialidad y la neutralidad del mediador estamos frente a una delgada línea, que sólo puede ser salvada por una irrestricta ética del mediador. Digo esto porque a veces se dan situaciones de clara desventaja de una de las partes, que hacen ver a todas luces que no existe equilibrio de poder, y por lo tanto no hay igualdad de condiciones para las partes.

Por otro lado, todo mediador está tratando de conducir el conflicto hacia una salida mejor, no conflictiva, más “saludable”. Al hacerlo, está influenciando en el proceso y está provocando un desbalance en el equilibrio de las partes; por otra parte dicho equilibrio nunca es “químicamente puro”.

En este quehacer la mediación se convierte en un proceso educativo para las partes, la cuales deben “aprehender” nuevas formas de relacionarse. ¿Es esto un proceso de intervención? Yo diría abiertamente que sí lo es. Pero… ¿Es mediación u orientación familiar?.

¿Qué sucedería si en un proceso de mediación las partes le piden al mediador que les aconseje sobre un punto legal?. Está claro que se estaría transformando en un consejero legal, lo cual aún cuando sea solicitado por las partes, estaría quebrantando el poder de decisión de las partes, sobre todo si ese consejo legal afecta a una de las partes, estaría permitiendo que sea el propio mediador quien zanje el conflicto, eso no sería mediación.

Pero, ¿Qué pasaría si las partes están llegando a un acuerdo que es ilegal, ejemplo, la madre está renunciando a una pensión de alimentos futura? El acuerdo sería ilegal, por tanto, sería rechazado por el tribunal. Si el mediador habla sobre los aspectos legales, estaría interviniendo derechamente; si se queda callado, haría perder el tiempo a todos, porque el acuerdo será rechazado.

Creo que llegado el caso, habría que derivar a un consejero u orientador familiar, en donde la participación del tercero neutral es mucho más directiva. Pero en nuestra realidad las redes de ese tipo no existen, y nosotros los mediadores solemos hacer una mezcla de terapeutas, consejeros, orientadores. Lo que queda claro es que no debemos perder el norte: nuestra neutralidad no podemos transarla a ningún precio; la imparcialidad es la percepción de las partes de que el mediador no está favoreciendo a ninguno en especial. Pero según veo, este juego de palabras “neutral”, “imparcial” también depende del marco conceptual en el que estamos hablando: si lo hablamos de una forma “clásica”, proclive a la existencia de un “universo” o si lo vemos desde el punto de vista cibernético y sistémico, con la existencia de “multiversos” donde no existe una verdad objetiva.

Finalmente, para contestar derechamente la pregunta, la mediación vista como un sistema, con procesos, entradas, salidas, subsistemas, holones y suprasistemas, retroalimentación, etc, está centrada en un conflicto; el conflicto tiende a la entropía del sistema, es decir, a su destrucción. Es absolutamente necesario que el mediador, quien viene siendo un suprasistema, intervenga para evitar la entropía, y de este punto de vista, al ser un observador que influye en lo observado, no puede ser neutral-inactivo entendido en la forma clásica. Y la forma clásica de resolver los conflictos –el juicio lineal donde uno gana y el otro pierde- sólo produce entropía.-