ARGUMENTOS EN CONTRA DE LA MEDIACIÓN EN SITUACIONES DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Para algunos autores la mediación no constituye la herramienta más adecuada para solucionar este tipo de conflictos, ya que aun con los resguardos legales adoptados, se desnaturaliza al ser aplicada a situaciones de violencia intrafamiliar porque queda de manifiesto que no se pueden cumplir los presupuestos básicos de esta vía alternativa de conflictos (la participación voluntaria de las partes, la igualdad o paridad de poderes entre ellas, la neutralidad del mediador y la confidencialidad del procedimiento.
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Los argumentos que sustentan esta posición son los siguientes:
Con respecto a la igualdad de poderes, algunos sostienen que tal paridad no existe, ya que en estos casos, el agresor se encontraría siempre en una posición de superioridad respecto de la víctima, por las especiales características y efectos de la violencia. Muchos de estos casos generan en la persona afectada una serie de trastornos emocionales y psicosomáticos que la hacen sufrir angustias, miedo, apatía, depresión, deterioro de la personalidad, y en general, minusvaloración, que la coloca en una posición de desigualdad de condiciones para negociar.
En lo que respecta a participación voluntaria de las partes, no existe tal cosa si la ley ordena que una determinada materia deba ser sometida a mediación. Tampoco se cumple este requisito cuando el juez tiene la facultad de determinar cuando las partes deben someterse a mediación.
En relación a la neutralidad del mediador, es difícil que éste pueda mantener esa condición si tiene que favorecer a una de las partes para equilibrar sus poderes. Además, como no debería reprochar la conducta del agresor, esto podría contribuir a reforzar la idea de que su conducta no es reprobable, cosa que sí debe hacer un juez.
Otra de las condiciones básicas para que haya mediación es que haya disposición de las partes para negociar y para ello se requiere que participen en el proceso en un ambiente de colaboración, confianza y con el acento puesto en el logro de un acuerdo futuro. Sin embargo, las parejas que viven relaciones de violencia se encuentran en posiciones rígidas y dicotómicas, las dinámicas de violencia tienen larga data y se han hecho crónicas en el tiempo
En relación con los acuerdos, en las parejas que existe violencia se desconocen los conceptos de negociación y acuerdo, o cuando los ha habido, se desconoce su cumplimiento. Estos acuerdo se dan generalmente en la etapa de luna de miel o arrepentimiento, en este sentido la mediación queda sujeta a la realidad cíclica de la violencia y, por ello, a la vulnerabilidad de los acuerdos.
ARGUMENTOS PROPUESTOS POR QUIENES ESTIMAN QUE ES VIABLE LA MEDIACIÓN EN CASOS DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Antes de conocer los argumentos a favor de la mediación y las formas en que se pueda realizar, debemos reiterar que cada caso es distinto, por lo tanto distintos son los tipos de violencia y distintas las formas de abordarlas y sus resultados.
También hemos visto, al estudiar la clasificación de los tipos de violencia, que existen la violencia agresión y la violencia castigo.
En la violencia agresión, la violencia aparece como un intercambio de golpes y la escalada desemboca en una agresión mutua. En estos casos no importa que uno sea más fuerte que el otro, porque la verdadera confrontación está ubicada a nivel existencial. La violencia en estos casos es bidireccional, recíproca y pública, no hay una intención de ocultamiento. Los episodios violentos son vividos como distónicos, y los actores muestran su preocupación y voluntad de cambio. Entre un episodio y otro suele aparecer lo que Reynaldo Perrone ha denominado la “pausa complementaria”, y el que ejecutó la acción violenta pide perdón y comienza la reconciliación. Esta pausa comprende dos momentos: la aparición de un sentimiento de culpabilidad, que es el motor de un movimiento de reparación, y un segundo momento de comportamientos reparatorios que resultan en un mecanismo de olvido, minimización, desculpabilización y desresponsabilización de la violencia. Generalmente durante esta pausa es posible la ayuda de un tercero, la pareja busca ayuda terapéutica u otro tipo de intervención social.
La experiencia nos dice, que en estas situaciones, hay una mayor probabilidad de un acuerdo satisfactorio, ya que al haber un reconocimiento público de la violencia, de la participación activa por parte de los actores, de sus responsabilidades se hace menos complicado hablar sobre ella. En estos casos, la posibilidad de diálogo y del reconocimiento mutuo de las necesidades, los temores y los proyectos comunes e individuales, sirven como mecanismo de olvido y de minimización de la violencia.
Los autores señalan en referencia a la intervención social en situaciones de violencia intrafamiliar que “tal vez la persona o la instancia que intervienen puede parar la violencia, pero al mismo tiempo evitan a las partes el tener que hacerlas por sí mismas. De este modo el sistema soslaya el aprendizaje de los comportamientos de contención y ya no necesita sus propios recursos para detener la violencia. El mediador condiciona la duración del sistema y se convierte por ende en parte integrante de él, el mediador puede intervenir y debe seguir haciéndolo”.
También es interesante mencionar que en estas situaciones el reconocimiento mutuo entre las partes en cuanto a personas diferentes y la capacidad de cada uno de ellos de escuchar y tener en cuenta los intereses del otro, implica una diferencia importante en el momento de tramar la conversación en la mediación. La posibilidad de empatía está vigente en ambas partes y, si la mediación logra ordenar la conversación, se puede llegar a construir con las partes espacios de reconocimiento, de responsabilidad y de compromiso con el bienestar de la familia.
Con respecto a la violencia castigo, ésta se inscribe en el marco de una relación desigual, y se manifiesta en forma física, psicológica o sexual. Uno de los actores se condiciona en una posición de superioridad respecto al otro, y se siente con derecho a inflingirle sufrimiento. La relación se caracteriza por una diferencia de poder, que puede ser tan grande que quien se encuentra en la posición más baja no tiene más alternativa que someterse contra su voluntad.
Este tipo de violencia se experimente en un solo sentido, en forma íntima, y no tiene pausa. Ambos actores sostienen un sistema de creencias según el cual quien emite la violencia “debe actuar así”, y quien la recibe está convencido de que debe “conformarse” con lo que le imponen. La violencia permanece escondida y nadie habla sobre ella en el exterior, y de este modo, el acceso de un tercero es mucho más difícil y requiere estrategias de inclusión diferentes al caso de la violencia agresión.
En estos casos, Eduardo José Cárdenas plantea su propio modelo de mediación, que ha tenido mucho éxito en su país. El objetivo de la mediación será lograr un cambio en la estructura familiar, lo que es complicado, pero altamente beneficioso si se logra. El procedimiento debe intentar modificar la relación entre el victimario y la víctima, es decir, que esta rompa o disminuya la dependencia respecto a aquel, lo que no significa forzosamente separarse. Para que este cambio se produzca es esencial que la víctima aumente su autoestima. Para lograr este objetivo, dentro del proceso debe llevarse a cabo un trabajo previo con la víctima, donde la intervención psicosocial y la anudación de redes debe tener un espacio en el proceso.
Una de las condiciones básicas para el éxito en estos casos es la presencia de un mediador con experiencia en familia y conocimiento específicos en materia de violencia intrafamiliar.
Etapa Introductoria de la Mediación según el modelo de Eduardo Cárdenas.
Durante esta etapa inicial, no se cita todavía al denunciado, solamente se trabaja con él o la afectada. Esta etapa introductoria contempla los siguientes pasos:
El recibimiento
La margarita
Invitación a parientes y amigos de la mujer
La reunión del mediador, la víctima y alguna de esta personas importantes para la víctima.
El Recibimiento
Desde el primer momento, la mujer violentada debe sentir que es bienvenida. El mediador debe felicitar con sinceridad a la consultante por haber llegado hasta ahí. Debe manifestar su compromiso de otorgarle toda su ayuda, pero no puede prometer resultados exactos o previamente definidos.
La Margarita
La Margarita es un estilo de llevar a cabo las entrevistas: los problemas traídos por las personas son el centro de la flor y cada pétalo es una pregunta. El mediador comienza por el centro, pero va ampliando las preguntas sin olvidar el fondo del problema y cada cierto tiempo pasa por él. Así comienza a entrar en la vida de las personas y durante el recorrido podrá ir visualizando un panorama de la situación, de su vida, de su familia, de sus relaciones sociales, su trabajo, etc, lo que le permitirá quizás, en algún momento, advertir cuál es el problema concreto.
Invitación a parientes y amigos
Por lo general, el victimario y la víctima se encuentran aislados del resto de la comunidad. Para que salga del aislamiento, el mediador le solicitará que, para que todo resulte bien, concurra con alguna de las personas que durante la entrevista indicó como importantes, ya sean parientes, amigos, compañeros de trabajo, etc, que la apoyen, que puedan compartir con el mediador y la víctima una charla de su problema, de manera que haya más ideas sobre su problema y se pueda hacer una evaluación más abierta de éste.
Así se forma una red social, que tiene varios efectos:
La mujer se ve obligada a “contar” su problema, es decir, sale de su aislamiento.
El mediador recibe más información.
Encuentra personas, a las que eventualmente, pueden nombrar protectores de la consultante y/o de sus hijos.
Ayuda a la consultante a aumentar su autoestima.
Una vez recibidas por el mediador las personas importantes, se realiza una reunión entre ellas y se ensaya una redefinición consensuada de la situación y de la relación, que es continuación de la definición de ésta en la entrevista individual.
La importancia de esta etapa introductoria es lograr un equilibrio de posiciones dentro de la pareja, lograr que la mujer sienta que su vida es importante, que puede hacer respetar sus derechos. Si se logra cumplir con estos objetivos, las posibilidades de éxito en las etapas posteriores son muy altas. Es por que ello que esta etapa no debe concluirse antes de tiempo.
Momento apropiado para citar al hombre violento
Antes de traer al proceso al miembro de la pareja violento, el mediador debe estar seguro de que quien hizo la consulta no quiere pedir que le cambien a su pareja o armarse de un elemento de lucha, sino que quiere cambiar ella misma. Esta situación se produce porque su pareja ha dominado el centro de sus decisiones. Ahora, ese núcleo donde se generan las decisiones debe ser ocupado por el mediador y la ley. De otro modo el golpeador seguirá mandando. Antes de que esta mujer sea libre deberá reemplazar una dependencia que la lleva a la destrucción (dependencia del golpeador), por otra que la llevará a la libertad (dependencia del mediador), lo que no significa que se separe del marido, sino que encuentre algo más profundo que la puede llevar a la felicidad.
La mediación luego de la etapa introductoria.
Una vez concluido este proceso introductorio, puede que la mediación sea innecesaria, probablemente la mujer haya tomado el rumbo de su vida y haya decidido cambiar su estilo de vida o separarse. Pero si opta por la mediación, puede ésta llegar a ser tan exitosa como en otras materias y puede que los miembros de la pareja encuentren nuevas formas de compartir y de recomponer el hogar y, si están separados pero tienen hijos, podrán intentar una sana copaternidad.
Otros autores señalan que en caso de desequilibrio de poderes, como es el caso de la violencia agresión o complementaria, es posible llevar a cabo la mediación, pero la paridad de poderes no se producirá en una etapa introductoria como en el modelo de Eduardo José Cárdenas, sino que ésta se realizará durante el proceso mismo de mediación. Señalan que es posible llevar una mediación en estos casos porque “los desequilibrios de poder se presentan invariablemente en la mesa mediadora, así como aparecen en cualquier otro lado”
Dentro de los argumentos esgrimidos por esos autores, podemos señalar:
La mediación es un proceso que da poderes. El mediador, en estos casos, debe estar consciente de las cualidades innatas que la hacen así y que hacen que la mediación sea notablemente adecuada para resolver disputas en que hay desequilibrios de poder, La primera señal de su fuerza es que las partes de una disputa se han presentado a una mesa y acordado acatar las mismas reglas fundamentales, mientras que empiezan a negociar un acuerdo acerca de sus diferencias.
El proceso de mediación está diseñado para allanar cuestiones fundamentales y subyacentes de una disputa y para alentar la exploración abierta de opciones. Esta cualidad por sí misma, puede llevar a acuerdos que trascienden soluciones que surgen del solo y puro uso del poder.
La mediación reconoce la necesidad humana de expresar emociones. Al proporcionar a las partes un lugar seguro para desplegar el enojo y la furia, los mediadores también permiten a las partes expresar otros sentimientos, tales como preocupación, comprensión y empatía:. La gente está más preparada para intercambiar perspectivas después de haber tenido la oportunidad de expresar la propia; además, reconoce la inteligencia humana al asumir que las partes son capaces de resolver sus propias disputas.
La mediación otorga un terreno imparcial para la expresión y el acuerdo de las disputas. A lo largo de todo el proceso el mediador transmite el mensaje de que las partes son consideradas iguales, controlando la forma en que se saludan, se sientan, se dirigen, se escuchan y se responden. Este trato ejerce un fuerte estímulo para que las partes se traten entre ellas con igualdad.
El proceso de mediación, al basarse en el principio de la confidencialidad, provee un ambiente seguro y privado para que las partes exploren las causas de sus disputas. La confidencialidad puede actuar como una herramienta efectiva para conseguir la información necesaria, para construir acuerdos duraderos y que respondan a las necesidades de las partes.
La mediación por su características de voluntariedad, produce un efecto de igualamiento al señalar a cada parte que ninguna de las dos, aisladamente, tiene el poder de llegar a un acuerdo. La naturaleza de la mediación alienta a las partes a que adopten un esquema resolutivo cooperativo, ya que, por una parte, nadie les puede decir como decidir un acuerdo, y, por otra, si ellos no encuentran una manera de resolver que sea mutuamente aceptable, tendrán que recurrir a otras formas de resolución de disputas menos voluntarias y menos satisfactorias.
En este tipo de mediación es importante que los mediadores tengan en vista una serie de consideraciones que harán más exitosa la mediación. No hacer asunciones innecesarias acerca de las relaciones de poder existentes. El poder como habilidad de influenciar y controlar a otros es relativo. A pesar de las apariencias todo el mundo ejerce un poder.
El mediador debe alentar a las partes a compartir el conocimiento. El conocimiento es poder, en muchas mediaciones poner sobre la mesa la información y compartirla es un paso imperativo para lograr un acuerdo. El mediador no debe indagar en hechos innecesarios, pero puede alentar a las partes a que revelen lo que ellas consideren importante para tomar una decisión afortunada.
Debe compensar las destrezas de negociación de bajo nivel. No todos tienen las mismas habilidades para negociar. Cuando está frente a una parte que tiene las destrezas mínimas para negociar, el mediador debe tomar debe tomar un rol más activo para ayudar a que esa parte se identifique con sus intereses.
Debe interrumpir los estilos de negociación que intimidan. El mediador no debe tolerar conductas de humillación y dominación.
El mediador debe ser percibido durante todo el proceso como una tercera parte en la disputa, puede tornarse adecuado explicar de vez en cuando que el no está tomando una posición en el resultado, sino que está tratando de crear una negociación equitativa, para que un acuerdo pueda ser logrado.
Para otros autores, el proceso de mediación puede constituir un dispositivo que coadyuve a democratizar las familias. “La democratización de la vida privada se vincula con el establecimiento de relaciones libres e igualitarias y con relaciones de poder horizontales, no sometidas a contratos rígidos, basados en la complementariedad de roles y en la especialización de cada uno de las partes de acuerdo a sus capacidades, más allá de ser padres o madres, centrándose en prácticas de negociaciones cotidianas.
La familia atravesada por la violencia doméstica que emprende un proceso de mediación y logra cristalizar acuerdos, experimenta el tránsito por un espacio diferente de elaboración pacífica de los desacuerdos, que en muchos casos, contribuye al descenso gradual de la violencia, y en otros a recrear en la instancia del diálogo, un espacio que junto con a la posibilidad de apropiación, se instalará en la pareja como una nueva posibilidad de funcionamiento para conflictos futuros.”
Al comparar los argumentos a favor y en contra del uso de la mediación, para nosotros resulta evidente que los primeros son superiores a los segundos, tal como veremos a continuación.
VENTAJAS DE LA APLICACION DE LA MEDIACION
En los capítulos anteriores hemos estudiado los distintos aspectos de la mediación, la violencia intrafamiliar y la regulación y falencias de ésta. A continuación veremos las ventajas que tiene la aplicación de la mediación en los conflictos de violencia intrafamiliar, y la forma en que ésta supera las falencias producida por la ley 19.325.
La mediación es un método de resolución de conflictos que permite descongestionar los tribunales, ya que a través de ella un gran número de casos llegan a una solución, sin necesidad de recurrir a éstos. Esto se podrá manifestar a futuro cuando un gran número de procesos que ingresarán a los tribunales de familia podrán ser derivados a esta instancia.
La mediación es un proceso de mayor rapidez que el proceso judicial. Los acuerdos en mediación pueden llevar horas, días, pero por lo general tienen solución siempre antes de un mes, lo que contrasta con la lentitud de los tribunales en los cuales un proceso puede durar años sin una solución.
La mediación presenta ventajas también, por sobre la conciliación, que es la forma en que actualmente termina la mayoría de los procesos judiciales. Dentro de estas podemos señalar :
En la mediación los procesos son guiados por mediadores, los que tienen los conocimientos técnicos y especializados de las materias sobre las cuales pretenden lograr los acuerdos (asistentes sociales, psicólogos, psiquiatras, abogados especialistas en materias familiares), a diferencia de los encargados de llevar a cabo esta etapa procesal en la actualidad.
En la mediación las partes son las encargadas de llegar a una solución, a diferencia de la conciliación donde es el juez el que propone las bases del arreglo.
En la mediación, al ser las partes quienes logren la solución de su conflicto, mayor será el grado de cumplimiento del acuerdo, ya que éste no se considerará como impuesto como en el caso de la conciliación.
A diferencia de lo que ocurre en la conciliación, en la mediación el ambiente para llegar a un acuerdo es más grato tanto en sus aspectos físicos como personales, ya que por un lado se trata de espacios físicos adecuados para llevar a cabo las sesiones que requiere la mediación y, por otro, el ambiente en que se trabaja es de confianza, respeto, cordialidad, etc.
El hecho de lograr un acuerdo durante un proceso de mediación, lo que supone que las partes han sido capaces de dialogar y crear una solución para su conflicto, es una prueba de la eficacia de dicho método para lograr su objetivo principal que es la detención o erradicación de la violencia; esto no ocurre siempre en los procesos judiciales en los cuales a menudo se pone fin al procedimiento, pero no al conflicto.
La mediación contempla mecanismos de seguimiento de las causas, cuestión que no contempla la actual ley sobre violencia intrafamiliar.
La mediación puede ser un mecanismo parar detener la violencia, a través de distintas formas de acuerdo:
Mediando acerca de una separación pacífica y sana.
En muchos casos cuestiones anexas al problema principal llevan a un destino violento (ej: aportes económicos al hogar, herencias, cuidado de los hijos, etc.) Logrando mediar estos aspectos muchas veces se logra terminar con la violencia.
Logrando un acuerdo de asistencia a programas terapéuticos.
La mediación es una institución que, además de lograr la detención de la violencia, permite al afectado reposicionarse en el contexto social, recuperar su autoestima y equilibrio mental y lograr una mayor armonía y comunicación al interior del hogar.